27 de junio de 2012

Las esposas de Stepford (Bryan Forbes)

 [The Stepford wives, 1975, Bryan Forbes]

Primera película realizada en Estados Unidos por el británico Bryan Forbes, director de propuestas bastante interesantes por su originalidad. Lo que filmó después de ella parece, a priori, mucho más flojo: una versión de Cenicienta y una secuela de "Fuego de juventud" (National Velvet), aquel clásico de caballitos con una jovencísima Liz Taylor. En su carrera en Reino Unido figuran, sin duda, filmes más atractivos, que van desde comedias hasta dramas y thrillers sobrenaturales. En todo caso, ésta es una película bastante notable aunque un tanto reiterativa y sin la garra suficiente. Se basa en una novela de Ira Levin, autor (no es una señora como pensé durante mucho tiempo) también de "La semilla del diablo" o "Los niños del Brasil"; y la adaptación corre a cargo del afamado William Goldman. Frank Oz dirigió a Nicole Kidman en un remake (2004) titulado en España "Las mujeres perfectas".


                “Las esposas de Stepford” tiene el sello tanto de Forbes como de Levin, y efectivamente se distinguen rasgos en común (salvando las distancias) con las dos obras que he citado del escritor. Es en primer lugar una película de suspense, pero su gran debilidad es que se adivina sin mucha dificultad lo que va a suceder. El punto de partida es incluso demasiado evidente y recuerda a novelitas baratas de terror: matrimonio con dos hijos huye del mundanal ruido de la ciudad para instalarse en un apacible e idílico pueblecito... donde naturalmente las cosas no son lo que parecen. Y es que cuando ella, Joanna (Katherine Ross), comienza a relacionarse con los habitantes de Stepford, le intriga que todas las mujeres sean corderitos, complacientes amas de casa y excelentes amantes y esposas de sus maridos. Junto con una amiga, también recién llegada al lugar y aparentemente la única como ella, Joanna intenta averiguar qué se esconde detrás de esa impresión de perfección. A mi entender el problema es que la película no tiene muchas cartas que jugar y la parte central decae sin saber mantener una tensión ni ofrecer escenas memorables. Solo el desenlace, más allá de lo predecible que pueda ser, mejora un poco el sabor de boca final con una última secuencia ácida y genial, cargada de significado.


                Y es que en realidad la película tiene una doble lectura clara, aunque tampoco gana demasiado con ella. Es un retrato mordaz de la llamada "mujer florero", que está personificada en todas las impecables esposas de Stepford. Frente a ellas, Joanna se opone a la masculinización del pueblo, quiere desarrollar su afición por la fotografía y le repulsa la idea de pasarse el día encerrada en la cocina limpiando. No estoy seguro de si con este mensaje la película pretende ser una reivindicación feminista (en cuyo caso me parece bastante torpe y chillona, máxime a mediados de los setenta), o simplemente ofrecer una visión sarcástica, incluso burlona y en clave de comedia, de un comportamiento social que realmente existe. En todo caso, “Las esposas de Stepford” juega con bastante habilidad a mezclar géneros, y aunque su atmósfera no sea todo lo misteriosa e intrigante que podría llegar a ser, definitivamente la secuencia final que he mencionado antes bien hace que su visionado valga la pena.

Puntuación: 3 / 3





20 de junio de 2012

El ogro de Atenas (Nikos Koundouros)

[O drakos, 1956, Nikos Koundouros]

Un clásico del cine griego con un protagonista para el recuerdo: Thomas, encarnado por Dinos Iliopulos. "El ogro de Atenas" es un poco difícil de clasificar, puesto que por momentos despista y parece que cambia de registro, pero se trata esencialmente de una película neorrealista. Sin embargo, haciendo honor a su patria, es de tintes trágicos que rozan el patetismo. Por ella desfilan una serie de personajes desdichados, comenzando por el protagonista, que vagan sin rumbo por sus penas hasta un final desesperanzador.

La premisa inicial del filme resulta muy prometedora. El tipo más gris y corriente del mundo, un pequeño y pusilánime funcionario, resulta ser físicamente idéntico a un cruel asesino en serie, el Ogro, cuya foto publican los periódicos. Volviendo a casa el día de fin de año, Thomas se da cuenta de que empieza a atraer la atención y decide huir por las calles de Atenas. El primer cuarto de hora de la película es magistral. Con una puesta en escena muy efectiva, empujada por una banda sonora de misterio sin apenas diálogo en muchos momentos y una fotografía nocturna, el tono es cien por cien film-noir, recordando a "M, el vampiro de Dusseldorf". Dado que el personaje es inocente, parece sin embargo que la película apunta más bien a "Falso culpable", aunque al poco esta trama queda diluida en otra, algo que lamento porque la idea es excelente. Thomas acaba refugiándose en un tugurio regentado por unos delincuentes de poca monta dirigidos por Spathis. Allí traba amistad con dos de las bailarinas, Carmen y la jovencísima Baby. Pero también la banda, al pensar que se trata del Ogro, lo adopta como su líder confiando en su carisma para llevar a cabo un absurdo y ridículo robo de unas columnas antiguas. La película y Thomas alternan entre su relación con las chicas y con los bandidos. Entre el viejo y Baby nace una dulce relación paternofilial, pero Spathis está enamorado de ella y tiene celos de Thomas. Y a todo esto la policía todavía le busca pensando que se trata del Ogro.

 

La parte central de la película está lastrada por un ritmo y un montaje un poco espesos, hasta prácticamente llegar al final. Una buena mayoría de las escenas tienen lugar en el club nocturno, incluyendo canciones y bailes, y la acción no avanza ni resulta de especial interés al no profundizar en los personajes. El de Spathis se hace ciertamente un poco cansino, mientras que en cambio Thomas y Baby protagonizan los momentos más emotivos. Pero lo mejor y donde el director Koundouros sale más airoso es la atmósfera de decadencia, ruina y fatalismo que envuelve el filme. Todos son seres infelices y miserables que tratan de encontrar un consuelo que ni saben dónde buscar, como si se removieran atormentados en la cama durante una pesadilla sin fin. Más allá del retrato crudo y realista que suele caracterizar a los filmes urbanos de posguerra, “El ogro de Atenas” es inusualmente oscura, deprimente y triste. La mejor personificación de esa tristeza es sin duda Thomas, un enternecedor Dinos Iliopulos, que sin éxito intenta ayudar y satisfacer al resto sin preocuparse de sí mismo. El final, aunque no lo desvelo, es fácil de intuir porque la película no da lugar a muchas opciones.

Se hace inevitable, en momentos como este, establecer paralelismos entre ese elenco de personajes y la Grecia actual, que vive uno de los peores periodos de su historia reciente. “El ogro de Atenas” está cargada de humanismo y de bondad, pero todos parecen condenados a la desdicha.

Puntuación: 3,5 / 5




17 de junio de 2012

El sol en la red (Štefan Uher)

[Slnko v sieti, 1962, Štefan Uher]


Para conectar con esta película basta con ponerse por un instante en la piel de los espectadores de la Checoslovaquia de finales de los 50, e imaginarse la bocanada de aire fresco que debió suponer para ellos. “El sol en la red” es considerada un hito capital en las cinematografías de Europa del Este, y frecuentemente citada como el primer filme de la Nueva Ola checoslovaca, frente a los filmes ideológicos y antifascistas que habían dominado el panorama durante toda la década anterior. Reúne todas las características más reconocibles del cine de la modernidad. Filmada en exteriores y en escenarios reales (un suburbio de Bratislava), con actores no profesionales, realismo y autenticidad sin barreras, personajes que escapan a cualquier prototipo, jóvenes con problemas que hablan su propio argot. Uher abrió para el cine checoslovaco un nuevo terreno, la cotidianidad, que durante el estalinismo no tenía razón alguna de ser, y puso la primera piedra para las generaciones vinientes de jóvenes cineastas.


"El sol en la red" tiene como protagonistas a Fajolo y Bela, dos chicos que tratan de encontrar su lugar, averiguar lo que quieren, lo que aman, quiénes son y quiénes quieren ser. Es una película rabiosamente de juventud, igual que "Los 400 golpes” de Truffaut o “Fruta loca” de Nakahira. El mundo adulto está oculto por un telón: la madre de Fajolo habla siempre con él desde fuera de campo, y la madre de Bela quedó ciega tras un trágico accidente familiar. Curiosamente es la generación anterior (la anciana pareja de la caseta del lago, o el viejo campesino) la que conecta con los jóvenes, se preocupa por ellos, les enseña y les ilumina. "El sol en la red" es un hermoso canto a la libertad y a la iniciación en la madurez, a las dudas y miedos del primer amor, a la vida y a la naturaleza.

 


La fotografía de Stanislav Szomolányi, que colaboró después con Uher en muchas de sus películas, es uno de los elementos que más deslumbra. Encuadres fascinantes y símbolos visuales como un eclipse de sol, el estanque burbujeante o las enrevesadas antenas metálicas del tejado en donde se refugian Fayolo y Bela, pero especialmente los rostros de todos los personajes, un primer plano de los cuales basta para permanecer en nuestra memoria. “El sol en la red”, icono del cine checoslovaco y más concretamente eslovaco, es una estupenda película para ver en verano y así conectar mejor con su maravillosa atmósfera y sus inolvidables imágenes.

Puntuación: 4 / 5






 


12 de junio de 2012

El interrogatorio (Ryszard Bugajski)

 
[Przesłuchanie, 1982, Ryszard Bugajski]

La historia de “El interrogatorio” fuera de la pantalla es apasionante, todo un símbolo de la lucha que obras de toda clase mantuvieron contra diversos regímenes políticos a lo largo del siglo XX. En Polonia, las películas interferidas por la censura reciben el nombre de półkownik, que literalmente significa “coronel” pero que es un juego de palabras con la palabra półka (estantería), y que hace referencia al hecho de que muchas de esas cintas permanecían encerradas en sus cajas de metal en estanterías y almacenes esperando ver la luz alguna vez. “El interrogatorio” fue calificado por mandatarios de la República Popular de Polonia como “el mayor filme anticomunista de la historia del país", y es posible que así sea.



Su estreno oficial se produjo en diciembre de 1989 y en algunas bases de datos es esa la fecha de producción que se le atribuye, pero en realidad fue filmado en 1981. El joven Ryszard Bugajski, que trabajaba en el Studio X de Andrzej Wajda, escribió el guión basado en una historia real y consiguió burlar un primer nivel de censura y rodarlo contrarreloj y con muchas dificultades (tuvo que comprar rollo de película en el extranjero). Muy poco tiempo después y sin la película editada, el gobierno comunista declaró la Ley Marcial en respuesta a las enormes protestas y reivindicaciones democráticas que se habían extendido por el país. Bugajski continuó trabajando clandestinamente y por su cuenta en el montaje del filme, y cuando estuvo terminado comenzó a difundirlo haciendo copias privadas, ayudado por una distribuidora underground. Pero los censores no tardaron en descubrirlo, Bugajski fue expulsado del estudio y temiendo ser arrestado, emigró a Estados Unidos, donde encontró trabajo en la televisión dirigiendo capítulos de “Alfred Hitchcock presenta" o “The Twilight Zone”. No fue hasta la caída del comunismo en 1989 que Bugajski pudo volver a Polonia y que “El interrogatorio” se estrenó comercialmente, siendo presentada en el festival de Cannes la primavera siguiente.



La película es tan terrorífica que resulta difícil creer que efectivamente fuera filmada durante los últimos caóticos y represivos años de dictadura en Polonia. Eso le confiere gran parte de su valor, su valentía y su locura, porque es tan excesiva y delirante que hasta es exagerada. Pero es profundamente impactante y tristemente muy veraz. Protagonizada por la magistral Krystyna Janda, musa de Wajda, narra la historia de Antonina, una mujer que es arrestada durante el período estalinista de principios de los 50 y sometida a un atroz interrogatorio durante meses. Nadie le dice el motivo de su arresto, no tiene derecho a ningún contacto con el exterior, y es brutalmente cuestionada sobre aspectos íntimos de su vida y forzada a firmar confesiones de cosas que no ha hecho.



“El interrogatorio” tiene una dimensión visiblemente kafkiana, ya desde el inicio, en que Antonina es invitada a copas por dos hombres que tras emborracharla la llevan al calabozo. El individuo ciego e impotente de quien abusa un sistema de poder inconmensurable e invisible, contra el que no cabe defensa posible: los miedos y las predicciones del autor checo se hicieron más reales que nunca durante el estalinismo. Pero fílmicamente es un drama carcelario agotador y angustioso que se cruza con los géneros del terror y la ciencia/política-ficción, hay mucho de George Orwell en las celdas y despachos de la fantasmagórica prisión recreada en la película. Una recreación ciertamente escalofriante, sostenida por una fotografía gélida de tonos grises e iluminación hiriente, y muchos planos cortos y primeros planos. Se nota que el rodaje contó con pocos medios, pero están aprovechados al máximo. Hoy tal vez nos pueda parecer que “El interrogatorio” es poco realista, por el absurdo y la crueldad extrema del relato. Nos preguntamos si carceleros así podían existir de verdad, nos resistimos a creer que fueran de carne y hueso. Es una película donde la dimensión humana es llevada a los extremos, desde la inhumanidad de los guardias hasta la resignación de las prisioneras y la resistencia de Antonina. El contexto de los interrogatorios es la paranoia del aparato estatal por encontrar a espías anticomunistas y enemigos del pueblo debajo de cada piedra: ese parece ser el motivo del arresto de Antonina. Vagamente, ella y el espectador van llegando a la conclusión de que se la relaciona con un insurgente, pero en realidad no importa. Nadie está a salvo de la sombra de la conspiración, y los captores no vacilan en usar cualquier táctica necesaria: extorsionan, chantajean, torturan, y hasta escenifican ejecuciones. Hablando con sus compañeras de celda, Antonina se inventa una anécdota para entretenerlas (disparó un tanque contra una letrina), una de ellas la 'delata', y en un interrogatorio posterior, el oficial le muestra pruebas y evidencias (!) de que cometió ese acto. El consejo que le da otra compañera sintetiza lo que sintieron y bajo lo que actuaron los incontables presos políticos que fueron víctimas de los horrores del estado policial: "Confiésalo todo, no importa que sea mentira".


Se calcula que 1,8 millones de polacos fueron asesinados o deportados durante el terror estalinista. “El interrogatorio" de Ryszard Bugajski es una película memorable, una de las mejores y escalofriantes muestras del cine de la Europa del Este oprimida bajo las dictaduras del comunismo.

Puntuación: 4,5 / 5


6 de junio de 2012

The Deep Blue Sea (Terence Davies)


[The Deep Blue Sea, 2011, Terence Davies]

Si se puede filmar hoy en día una película de amor perfecta, "The Deep Blue Sea" está muy cerca de serlo. O tal vez lo sea. Es imposible no rendirse a ella, no dejarse seducir por todos y cada uno de los recursos que utiliza Terence Davis para insuflar vida a un romance vibrante, envolvente y casi mágico por cómo llegamos a vivirlo.

Una de las genialidades de “The Deep Blue Sea”, y motivo por el cual es una película que por fuerza tiene que gustar incluso al cinéfilo más conservador, es su influjo clasicista. Basta con tener presente que es una adaptación de una obra de teatro de Terence Rattigan (que también escribió "Mesas separadas", por ejemplo). Es decir, un material un tanto arriesgado, del que podría salir desde un dramón folletinesco hasta una obra maestra. Es difícil, pero Davies consigue que su filme caiga del lado de esto último, y lo hace magnificando las virtudes del guión con una puesta en escena de ensueño, que rehúye la espectacularidad o el diseño de producción fastuoso y recargado, y penetra directamente en nuestra piel.


Por varios motivos, “The Deep Blue Sea” recuerda a un gran pilar por excelencia de los romances clásicos: "Breve encuentro". La cinta de Lean y la de Davies poseen parecida sensibilidad, sutileza y emociones contenidas. Versan sobre el mismo tema, una relación adúltera (aunque "Breve encuentro" se quede de hecho a las puertas), y utilizan recursos narrativos similares. Incluso Rachel Weisz, deslumbrante, y Tom Hiddleston evocan a ratos a Celia Johnson y Trevor Howard. En ese sentido, considero que "The Deep Blue Sea" es deudora clara de "Breve encuentro", ambas intimistas producciones británicas de guiones basados en trabajos de sendos dramaturgos británicos (Rattigan y Noel Coward). Pero de algún modo "The Deep Blue Sea" evoluciona respecto a la película de Lean: (1) tiene un aura de fantasía y de cuento que nos hace levitar por ella como si estuviéramos en una especie de trance, y al mismo tiempo (2) es más abierta, dolorosa, tangible y real.




Inglaterra, años 50. Hester Collyer es una mujer joven casada con un honorable juez, mayor que ella, que tiene un apasionado affaire con Freddie, enérgico ex piloto de la RAF. Pero un intento frustrado de suicidio conduce a la ruptura de su relación. Nada más comenzar suena la voz en off de ella pronunciando las líneas que le va a dejar escritas a Freddie antes de tomarse la sobredosis de pastillas. Los créditos iniciales, sobre un telón de fondo azul y un tanto neblinoso, y la primera imagen de la película, un largo y delicado travelling sobre la casa que nos conduce hasta la ventana de Hester, comienzan a describir el estilo visual de la misma. Hester es rescatada por una vecina, y durante la primera media hora la acción no avanza sino que se entrelazan diferentes flashbacks que muestran el desarrollo de la historia previa: retazos de su vida con su marido, cómo conoció a Freddie, cómo se descubrió su affaire y cómo la pareja alquiló el apartamento donde ahora ha intentado matarse. Especialmente en esta parte Terence Davies se luce en lo referente al punto (1) y demuestra ser un mago prodigioso aun recurriendo a un elemento un tanto banal y aparentemente tan poco moderno en una película de amor como un estridente concierto de violines de Samuel Barber. El montaje, con sus dulces fundidos y transiciones (como otro magistral travelling cenital que fusiona una imagen de Freddie y Hester abrazados en la cama con otra de ella yaciendo moribunda tras el intento de suicido), y el control de los tiempos es excelente. Un ejemplo: Hester y una amiga están en un bar y Freddie y otro colega representan ante ellas de modo muy infantil unos sketches de la guerra. Freddie y la amiga llevan la voz cantante y Hester observa tímidamente y con curiosidad, es imposible decir si en ese momento ya se conocen. Repentinamente la escena siguiente muestra a la pareja fuera del bar, ella dice impetuosamente I love you so much y se besan. Cada imagen de la película, discreta y muy correctamente ambientada en la Inglaterra de posguerra, es como una pequeña y hermosa acuarela, de tonos tierra, rojizos, ocres, con reconfortante sabor añejo. La iluminación difusa, neblinosa y resplandeciente provoca un cálido torrente de sensaciones que sume al espectador en un microuniverso irreal. Más avanzado el filme tiene lugar un último flashback que es el culmen de esta dualidad de realismo/irrealidad: tras una brutal discusión con Freddie, Hester vuelve a casa sola y baja a las desiertas vías del metro, pensando seguramente en arrojarse a ellas. Mientras observa la boca del túnel, se produce un maravilloso salto en el tiempo y sin cambiar de toma la estación se convierte en el refugio donde docenas de ciudadanos (incluidos Hester y su marido) se protegen de los bombardeos durante la guerra. De nuevo un travelling de dos minutos y medio recorre el andén plagado de gente inmóvil que escucha las explosiones coreando la melancólica canción Molly Malone










Pero no por toda esta exquisitez estética hay que olvidar el otro gran valor de la película, (2) su retrato fugaz, pero crudo, poético y naturalista, de la ruptura amorosa. No es en absoluto un análisis psicológico, sino sentimientos a flor de piel. El intento de suicidio de Hester y la consecuente disputa de la pareja es la excusa para el grand finale que supone la partida de Freddie, el fin de una bella e intensísima relación. La conversación de ascensor que oculta tantísimas cosas que ya no toca decir, la vida entera que desfila ante los ojos, los silencios y las formalidades, esa tristeza suprema e impotente. En ninguna otra película recuerdo una escena similar que me haya tocado tan hondo, que me haya parecido tan honesta y auténtica, que me haya hecho revivir cosas que he experimentado y sentido, y que todas las personas enamoradas que han atravesado alguna vez momentos así van a reconocer. 

Lamentablemente, "The Deep Blue Sea", que pudo verse en el Festival Internacional de Cinema d'Autor de Barcelona (y meses atrás en el Zinemaldia de San Sebastián), está teniendo una distribución muy limitada en todo el mundo y por ahora ni siquiera existen subtítulos en condiciones, pero apúntense todos este título para cuando tengan ocasión. Una película totalmente embriagadora, de las mejores de los últimos años.

Puntuación: 5 / 5