22 de mayo de 2012

El tema (G. Panfílov)


[Tema, 1979, Gleb Panfílov]

Desde cierta perspectiva, “El tema” parece ser uno más de los dramas característicos de la Unión Soviética de los setenta: películas de temática social, con amargados protagonistas de clase media y urbana que sobreviven en la pesadumbre de un país cuyo régimen ya empieza a ver su ocaso. Gleb Panfílov, su director, también despide la grisura que caracteriza al cine de esa época. Proveniente de la televisión y del estudio Lenfilm (o sea, el que nunca hacía grandes películas, que eran para Mosfilm), escribió y dirigió una decena de películas que fueron de más a menos, hasta terminar con adaptaciones de Gorki y telefilmes baratos. A simple vista, ni “El tema” ni Panfílov poseen gran energía ni inspiración artística.

Pero si uno se limpia las legañas puede descubrir que en realidad “El tema” rompe algunos moldes. Y lo hace desde dentro, es decir, desde la propia estructura de ese género. El protagonista, Kim Yesenin, es el arquetípico personaje de los filmes rusos setenteros, un famoso escritor moscovita en decadencia, divorciado, envejecido, quejica y aburrido de su existencia. Junto con otro colega y una estudiante – posiblemente amante suya – viaja a Vladímir, cuna histórica de la civilización rusa, en busca de un tema para su próxima obra. Allí conoce a Sasha, una joven que trabaja como guía turística en el monasterio y que también escribe poesía. Mientras que todos alaban el talento y la grandeza de Kim, Sasha es la única que abiertamente le dice la verdad: es un fracasado, un charlatán que nunca ha sido un buen escritor. Kim era consciente de ese hecho, evidentemente, pero a través de Sasha se enfrenta directamente a él. La franqueza de la joven, su frescura y juventud, pero especialmente su inteligencia, su capacidad de juicio de la realidad y de la vida, hacen renacer a Kim, que naturalmente se enamora de ella.

Y aquí es donde Panfílov enfoca su película con mucho acierto, y sutileza, también hay que decirlo, por lo que puede pasar desapercibida. En primer lugar, "El tema" es una bofetada al oficialismo que infectó durante décadas la literatura rusa. La censura del gobierno y del partido derivó en la segunda mitad del siglo XX en una fortísima campaña de acoso, amenazas, difamaciones, chantajes y condenas a los escritores soviéticos. Ello dio lugar a fenómenos como el exilio de autores o la publicación clandestina de obras, pero también a la prostitución de muchos que se supeditaron obedientemente al régimen, acatando su interminable lista de temas prohibidos y escribiendo, en consecuencia, libros vacíos e insulsos en el mejor de los casos. Kim Yesenin (que irónicamente comparte apellido con el poeta revolucionario Serguéi Yesenin) es una caricatura de estos escritores, pero también una muestra de la sociedad rusa (y sobre todo de la clase intelectual) más conformista e inmovilista.  En el lado opuesto está Sasha, que sabe desmarcarse de la propaganda y la pseudo cultura, cuyos intereses artísticos son profundos y verdaderos y lo más importante, que se atreve a oponerse a todo ello. También está Andrei, el novio de Sasha, un disidente que pretende escapar de la URSS, porque según dice él mismo, se asfixia en un país donde todo es mentira. Hacia el final de la película tiene lugar una amarga y triste disputa entre Andrei y Sasha: él quiere irse, ella que se quede. Kim escucha la conversación a escondidas, avergonzado testigo de la ruptura de una pareja con metas y sueños diferentes pero claros, puros, suyos y propios. Testigo de la emergencia de unas jóvenes generaciones listas para romper con el pasado.

“El tema” fue censurada y no vio la luz hasta la perestroika, concretamente hasta 1986: esto confirma que tocó fibras sensibles en la Unión Soviética. El año siguiente recibió el Oso de Oro en el festival de Berlín. Ciertamente, su  esqueleto es el mismo que el de tantos otros filmes de poca solera, pero Gleb Panfílov consigue situar esta película unos cuantos escalones por encima. Unas grandes actuaciones (soberbia Inna Chúrikova, musa y esposa de Panfílov), diálogos irónicos y punzantes que le confieren un humor triste y mordaz, y especialmente la sinceridad, veracidad y cierta valentía de su mensaje hacen de “El tema” una muy buena película de los últimos años soviéticos.

Puntuación: 4 / 5







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